Lorenzo Guadamuz Sandoval
Lunes 5 de marzo 2018.
Artículo 1 de 2.
A ver si por unos días dejo de hablar de política y hablamos de educación, aunque el tema de educación no le interese a los Candidatos para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Costa Rica.
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En muchos artículos he escrito sobre la importancia de los avances en las investigaciones del cerebro, la Neurociencia y cómo se ha comenzado a hablar de esas aplicaciones en la didáctica, por ejemplo en la denominada Neuro-didáctica, citando en dichas publicaciones varios libros de Neurodidáctica y de Neurociencia aplicada a la educación. He sido estudioso de las investigaciones en neurociencia y sus aplicaciones en educación en los últimos cinco años y he indicado- citando a expertos mundiales en la especialidad- que si bien mucho se ha avanzado en los últimos dieciocho años , es mucho lo que aún queda por saber sobre el cerebro, tan pequeño pero tan desconocido en su funcionamiento y del cual aún queda casi todo por saber , que es tan complejo como explorar el Universo.
Hoy se habla de la neurociencia aplicada a diversas especialidades y actividades, ya hasta de escuelas de neuro-futbol, neuro-política, de neuro arte, o de neuro-ambiente, en fin a casi todas las actividades humanas y por supuesto la educación no podía ser la excepción.
Pero no todo lo que se dice en nombre de la neurociencia ni es cierto ni tiene la validez científica comprobada en investigaciones. Por eso en la literatura en los últimos cinco años se comienza a hablar de los neuro-mitos, como verdades que se generalizan (muchas en las mismas aulas universitarias) pero que no se sostienen en la investigación seria. Uno de esos temas en cuestionamiento es el de los llamados “estilos de aprendizaje”, que han ocupado la atención de expertos , entre ellos del Dr. Howard Gardner.
- QUÉ SON LOS ESTILOS DE APRENDIZAJE?
- Los estilos de aprendizaje en la historia.
La preocupación por sobre cómo el ser humano aprende, que por una parte incorpora los estilos de aprendizaje y por otra parte la metacognición que enrostra Flavell(1982) en el marco y desarrollo de la teoría piagetiana, no tuvo significación científica alguna en el Siglo XIX , dado que la expresión misma y su desarrollo es del siglo XX.
Rastrear, la historia de la Psicología y de la Educación en aquel siglo o antes, desde luego no va a mostrar de manera evidente la expresión ni el concepto suficientemente elaborado de Estilos de Aprendizaje, dado que el mismo, como ya lo señalamos se originó y se desarrolló en el siglo XX, independientemente, de que algunos autores o pedagogos del silo XIX y anteriores implícitamente se hayan acercado con sus teorías a los límites del mismo, como la Escuela Nueva, por ejemplo, en que Rosseau (1712-1778) y Pestalozzi (1746-1827), superando teorías anteriores memorísticas, conceptualistas y de naturaleza parecida visualizan y afirman la importancia de la acción educativa cuyo principio básico era el “aprender haciendo” (Me lo explica y lo olvidé; lo ví y lo entendí; lo hice y lo aprendí) y ello también, lo cual se visualiza también en la actualidad, porque el concepto mismo no es común para todos los autores y es definido en forma muy diversa en las diversas investigaciones, aunque la mayoría sí coincide en que se trata de cómo la mente procesa la información y cómo es influida por las percepciones de cada individuo.
No tener una definición común, lo que en ciencias humanas es casi un imposible, hace que muchos autores hagan aproximaciones o se refieran a los estilos de aprendizaje sin que precisamente utilicen tal denominación. Sin embargo, con el avance que se ha tenido en las ciencias cognitivas y en las mismas tecnologías informática y de la comunicación y de la información, el concepto se ha ido afinando cada vez más hasta encontrar coincidencias conceptuales o teóricas en diversos autores que ya ofrecen respetables teorías en el campo.
Según Keefe (1979) citado por Aguilera y Ortiz (2009): “Allport (1897-1967) es el primer autor que propone el término estilo cognitivo, concepto que retoma y desarrolla a partir de investigaciones realizadas por Goldestein, Sheerer, Klein, Witkin y Kelly, durante las décadas 40 y 50 del siglo pasado, lo que generó una gran variedad de posiciones teóricas entre los investigadores (Martínez, G. O. 2007)”.[1]
Luego, agregan dichos autores: “Sin embargo, este mismo autor refiere que en el transcurso de los años sesenta del siglo anterior, paralelamente al desarrollo del conocimiento de los estilos cognitivos, aparece el interés en los docentes e investigadores por una nueva idea relacionada con el cómo aprenden los alumnos. A esta idea y su concreción en la práctica se le denominó posteriormente estilos de aprendizaje y los trabajos dedicados a ellos se caracterizaron por su más decidido interés en el impacto de las diferencias individuales sobre el aprendizaje, la pedagogía y por la construcción de instrumentos de evaluación del estilo como fundamento para la generación de las teorías”.[2]
El concepto de “estilos de aprendizaje” resultó más viable para los educadores e investigadores que el original de “estilos cognitivos” que estuvo muy laboratorializado y con muchos matices abstractos y de perspectiva esencialmente psicológica, de allí que el mismo haya hecho más carrera y se haya extendido más rápidamente por algún significado práctico y de utilidad que también se le dio, aplicable al campo educativo principalmente, lo cual de ninguna manera indica que ambos conceptos puedan desligarse o ignorar lo psicológico que respalda al segundo concepto.
Los autores, Aguilera y Ortiz (2009) que nos ocupan señalan también citando a Hernández, 1993) que: “Otros investigadores consideran que el concepto estilos de aprendizaje se desarrolla realmente en los años setenta con la modelación de variados instrumentos para contrastar las diferencia s individuales. A un nivel más específico la IV Conferencia Internacional sobre Educación Superior (Lancaster, 1978), marcó un cambio de rumbo en el estudio del aprendizaje académico porque se presentaron numerosos trabajos que posibilitaron la elaboración de modelos explicativos con una mayor validez ecológica, ya que se realizaban en el contexto educativo y estimulaban el intercambio directo con los estudiantes”.[3]
En todo el desarrollo que han tenidos los Estilos de Aprendizaje, algo que también ha quedado claro es las dos tendencias o categorías en que se mueven o ubican los autores: unos que enfatizan su proximidad o correspondencia con los estilos cognitivos del sujeto que los adscribe a los aspectos psicológicos y otros que se ubican en el ámbito del aprendizaje sustentando sus teorías en aspectos pedagógicos, teorías que al final terminan correspondiéndose porque a la hora de la verdad no son ni pueden ser excluyentes, más si no se tiene una concepción epistemológica positivista del conocimiento y de la ciencia.
De todas maneras, el trasiego con los estilos de aprendizaje en el Siglo XX ha ido cambiando con el transcurso de los tiempos, pero su mayor atención se ha centrado en las últimas décadas por la contribución que, como ya se dijo, han venido haciendo las neurociencias y en alguna dimensión también las tecnologías de la información y la comunicación y en el marco de ellas, la tecnología virtual y la inteligencia artificial.
En un comienzo, sin que el término “estilos de aprendizaje” estuviera aún acuñado, la atención psicológica y más pedagógica quizás se centro en la memoría y los métodos orales y visuales, sin embargo con Alfred Binet (1904) y su primer examen sobre la inteligencia, parece ser igualmente que se empieza a marcar pautas sobre las diferencias individuales en la dotación de los sujetos para el aprendizaje con aquello tan complejo y que lo ha sido siempre como es definir la inteligencia.
Para 1907 una médica pedagoga italiana, María Montessori, también da campanadas importantes en relación con el aprendizaje de los chicos al crear su método y destacar la utilización de materiales para mejorar los modos de aprender de aquellos.
A partir de aquel momento se da una especie de estancamiento en la preocupación sobre el asunto, en lo cual se cree influyó la atención prioritaria y prácticamente determinista que se dio al cociente intelectual que tan cuestionado ha sido, por lo insustentable científicamente hoy por autores como Gardner (1983), Sternberg (1988), Goleman (1996) entre otros.
La situación que fue atrapada por la teoría binetiana del cociente intelectual permanecerá más o menos hasta las décadas 1950-1970, cuando en 1956 Benjamín Bloom construye y ofrece su conocida taxonomía que puede considerarse un paso nuevo e implícito hacia los estilos de aprendizaje. Por esta época advienen también Isabel Myers Briggs y Katherine Briggs, quienes desarrollaron el indicador Myers-Briggs (MDTI, por sus siglas en inglés). Dunn y Dunn (1976), por otra parte, generaron instrumentos diagnósticos para las evaluaciones.
Dichas décadas fueron muy señeras por la presencia que tuvo el conductismo skinneriano y un poco la diatriba con el constructivismo piagetiano y en menor escala, porque apenas se conocía, con el vigostkiano, y en el cual Bloom y Briggs principalmente fueron aprovechados como sustento principal en el diseño de la estragosa tecnología educativa que patrocinó la Organización de Estados Americanos, OEA, con apoyo de la Universidad de Tallahasee, Estados Unidos, y de la cual lamentablemente no se ha podido salir suficientemente en la educación de nuestros países.
Para la década del 50 hasta la fecha han surgido significativos aportes a los estilos de aprendizaje como son el Modelo Kolb (1984) y sus cuatro etapas y sus llamados estilos divergente, asimilador, convergente y acomodador.
También y es historia relativamente más reciente adviene Gardner (1983) con su estudio de las inteligencias múltiples, Sternberg (1988) y su teoría de la inteligencia práctica y Goleman (1996) con su inteligencia emocional, teorías todas que inducidas con la expresión de inteligencia, son caminos que terminan refiriéndose inevitablemente a cómo o modos de aprender articulándose o asociándose por parte de otros especialistas , con los estilos de aprendizaje, lo cual será cuestionado más adelante en el punto 2 de este artículo.
Colateralmente a estas teorías el aporte de la UNESCO con su Informe “La Educación Encierra un Tesoro” y después el aprendizaje por competencias, son propuestas que no deben descartarse en el estudio de los Estilos de Aprendizaje, en los cuales el aporte de Gardner sigue siendo en la actualidad uno de los de mayor significancia y preferencia y el cual rompe el casi mito de la inteligencia única, por una parte y el cociente de la inteligencia por la otra que De Zubiría (2004) describe “…como un peligro…”,[4] aunque fue la teoría que se sustentó por décadas y hoy continúa siendo vigentes para muchos.
Hoy, al hacer referencia a los Estilos de Aprendizaje es indispensable mencionar y conocer desde luego en la dimensión de lo posible a varios autores que además de teoría han aportado instrumentos que les dan gran validez científica destacándose entre ellos Rita y Kenneth Dunn (1977-1978), David Kolb (1981), Bert Luch (1987), Peter Honey y Allan Munford (1988), R. Chmeck (1988) y Jerome Kagan (1966) entre varios más.
Hoy, con los estudios e investigaciones realizados, es indefectible admitir o ratificar que las personas aprendemos de manera diferente, tanto niños como adultos, personas de un país u otro, de una cultura u otra. Preferimos unos métodos, un grado de estructura. Tenemos diferentes estilos de aprender…Más aún, las investigaciones cognitivas han demostrado que las personas piensan de manera distinta, captan la información, la procesan, la almacen y la recuperan de forma diferente.
En un artículo publicado por Nancy Chick, titulado “Learning Styles” nos dice que
El término estilos de aprendizaje se usa ampliamente para describir cómo los alumnos se reúnen, examinan, interpretan, organizan, llegan a conclusiones y «almacenan» la información para su uso posterior. Estos estilos a menudo se clasifican por enfoques sensoriales: visual, auditivo, verbal [lectura / escritura] y quinestésico. Muchos de los modelos que no se parecen al enfoque sensorial del VARK son una reminiscencia del Índice de estilos de aprendizaje de Felder y Silverman, con un continuo de descripciones de cómo los estudiantes procesan y organizan la información: reflexivo-activo, intuitivo-sensorial, verbal-visual y secuencial-global.
Nancy Chick ,citando a Coffield, 2004 comenta que existen más de 70 esquemas diferentes de estilos de aprendizaje, la mayoría de los cuales cuentan con el apoyo de «una próspera industria dedicada a publicar pruebas de estilo de aprendizaje y guías» y «talleres de desarrollo profesional para docentes y educadores» (Pashler, et al ., 2009, p.105).
A pesar de la variación en categorías, la idea fundamental detrás de los estilos de aprendizaje es la misma: que cada uno de nosotros tiene un estilo de aprendizaje específico (a veces llamado «preferencia»), y aprendemos mejor cuando la información se nos presenta en este estilo. Por ejemplo, los estudiantes visuales aprenderían mejor cualquier tema si se les administrara gráficamente o mediante otro tipo de imágenes visuales, los estudiantes cinéticos aprenderían más efectivamente si pudieran involucrar movimientos corporales en el proceso de aprendizaje, y así sucesivamente. El mensaje así dado a los instructores es que «la instrucción óptima requiere diagnosticar el estilo de aprendizaje de las personas y adaptar la instrucción en consecuencia» (Pashler, et al., 2009, p.105).
Uno de los instrumentos más conocidos para medir los Estilos de Aprendizaje es el modelo VARK o sistemas de representación, creado por Neil Fleming y Colleen Mills. Ellos proponen que las personas reciben información a través de los sentidos y el cerebro procesa y selecciona esa información. Este modelo toma el nombre por las siglas en ingles de las modalidades sensoriales: Visual, Auditory o auditivo, Reading o leer y Kinesthetic o quinésico (citado por Raquel Elena y Víctor Roberto)
Continuará el artículo 2 de 2 con Inteligencias múltiples y estilos de aprendizaje. Raquel Elena Victor Roberto
[1] Aguilera, Eleane Ortiz ,Emilio ( ) Las investigaciones sobre los estilos de aprendizaje y sus modelos explicativos. www2.uned.es/revistaestilosdeaprendizaje/numero_4/Artigos/lsr_4_articulo_2.pdf
[2] Ibídem
[3] Ibidem
[4] De Zubiría Samper, Miguel (2004) El Mito de la inteligencia y los peligros del cociente intelectual, C I. Bogotá: Grafimercadeo y Publicidad Ltda.
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