L. Guadamuz S., Ph.D.
Artículo 2 de 2 sobre Escuelas de Verano.
En el primer artículo abogamos por propuestas de programas compensatorios durante las vacaciones de verano para los más pobres entre los pobres. La población escolar es un fiel reflejo de la población general; si al millón de estudiantes nuestros lectores le aplican el porcentaje de pobreza, y el de pobreza extrema, tendrán las decenas de miles de población en extrema pobreza que requeriría de los Ministerios de Educación una respuesta seria durante el Verano, una opción podrían ser las Escuelas de Verano (no necesariamente la única opción, claro está)
En The Hechinger Report del 22 de diciembre 2014 nos presentan un reportaje titulado “ Las escuelas de verano parece que funcionan mejor para las matemáticas que para la lectura” en el cual mencionan que en el año 2007 un equipo de investigadores de la Johns Hopkins encontró que los niños de bajos ingresos tienden a mejorar en la lectura tanto como sus pares ricos lo hicieron durante el año escolar. Estos investigadores estudiaron un grupo de estudiantes de Baltimore durante varios años y llegaron a conclusiones que para los niños pobres el problema eran las vacaciones del Verano, pues retrocedían en lo aprendido. Durante esos tres meses de inactividad, las habilidades de lectura de los niños más pobres cayeron mucho. Los investigadores encontraron que dos tercios de la brecha de rendimiento en lectura del grado noveno podría ser explicado por la pérdida de conocimiento durante el verano durante los años de la escuela primaria. Los educadores han sido conscientes del fenómeno del deslizamiento en el verano, después del año escolar académico regular. Este estudio documentado muestra exactamente cómo afecta de manera desproporcionada el Verano a los estudiantes provenientes de medios desfavorecidos.
Nos dice el referido Reporte que la Fundación Wallace está tratando de aprender sobre ese tema con la ayuda de los investigadores de la RAND Corporation. A partir de 2013, la Fundación comenzó el financiamiento de un Programa de Verano que incluye tanto las clases académicas como las impartidas por maestros certificados, y actividades recreativas en cinco ciudades – Boston, Dallas, Pittsburgh, Rochester, NY, y Jacksonville , FL. Se invitó a las familias de bajos ingresos con niños de tercer grado para aplicar y asistir de forma gratuita a programas de verano. Pero los programas tenían cupos sólo para 3.200 estudiantes y se presentaron 5.600 solicitantes. Ese exceso de demanda creó una oportunidad inusual para llevar a cabo un experimento controlado aleatorio – o al menos lo más cercano a uno a medida que se puede obtener en la educación. Los investigadores pudieron comparar los resultados de los estudiantes del programa de verano con aquellos que también aplicaron, pero que no fueron seleccionados. Los estudiantes del programa de verano obtuvieron calificaciones mucho más altas en un examen de matemáticas, examen también tomado por un grupo de control de los que postularon al programa pero que no fueron admitidos. . Esas calificaciones de matemáticas superiores eran equivalentes a aproximadamente una quinta parte de lo que los niños de esta edad suelen aprender en un año escolar. Pero no hubo diferencias en la capacidad de lectura o habilidades socio-emocionales entre los dos grupos de estudiantes.
Diversos estudios en el mundo nos muestran que ofrecer oportunidades a estudiantes pobres durante el período de vacaciones de verano ayuda no sólo a mantener lo aprendido, a recuperar materia no bien aprendida, sino también a avanzar en desarrollo cognitivo, social , cultural y recreativo.
En la experiencia de L.Guadamuz los siguientes son factores clave para el éxito en los Programas de Escuelas de Verano:
- Contenidos menos rígidos, más flexibles e innovadores;
- Profesores experimentados que tengan una mentalidad de innovación y de flexibilidad ;
- Diversificación de la oferta, complementada con actividades deportivas, artísticas, recreativas, culturales, sociales;
- Innovación en metodología de la enseñanza (no se debe enseñar en la misma forma que con la metodología clásica generalmente utilizada por los educadores durante el curso regular) y en los materiales educativos utilizados;
- Una balanceada alimentación;
- La diversidad de espacios utilizados, entre otros factores asociados.
Es de esperar que algún día haya en el Estado la sensibilidad de apoyar a esos casi 200,000 estudiantes pobres, en las vacaciones de verano.
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