L.Guadamuz S., Ph.D.
Cuando llegan las vacaciones escolares , señor, yo me pongo triste. Porqué pregunta usted don Lorenzo ? Con gusto le respondo, me dijo Manuel. Porque me quedo sin el alimento del comedor escolar, que es el único para mí y para mis hermanos. Porque me quedo sin espacio para jugar pues mi casa es muy pequeña, estamos todos “apiñados”, en nuestro barrio todas las casas están juntas, las calles estrechas, no hay parques donde jugar; porque pasamos casi encerrados pues nuestra madre tiene que salir desde temprano a trabajar en casas y regresa casi de noche, porque no tenemos amigos, porque las vacaciones para nosotros los que somos muy pobres son muy tristes. Y no es que la escuela sea muy bonita, es aburrida, pero es mejor que mi pequeña casa y mi pequeño barrio.
Manuel es uno de tres hermanos que viven en un Tugurio; tiene 10 años, es el mayor de sus hermanos, no tiene padre , su madre es la Jefe de Hogar; él tiene que cuidar de sí y de sus hermanos. Él se gana algunos centavos o algún pago en especie –en comida- llevándole la comida a un vecino, que vino de Nicaragua y trabaja de guardián en una construcción. Pero para no dejar sólos a sus hermanos se los lleva a las 11 de la mañana a llevar el almuerzo y de paso quedarse un rato en un pequeño parque que queda de camino.
Manuel los sábados y los domingos –de sus vacaciones- vende papas tostadas, en una caja que cuelga de su cuello, casi más grande que su pequeño cuerpo. Va a venderlas a la Sabana, donde sabe que hay mucha gente que siempre compran algo para saciar su sed y calmar su hambre, mientras hacen algún Deporte. A Manuel le gusta ir a vender los sábados en las canchas donde los niños menores juegan al futbol, porque así ve menores como él, y alguna que otra vez puede patear la pelota cuando la misma sale de la cancha y llega cerca de sus pequeños pies. Ah…y de sus ganancias se da un gustito comiéndose al medio día un granizado, con leche en polvo y condensada, con mucho sirope, el cual comparte con su hermano de 8 años, Mario, quien lo acompaña sirviéndole como “guardaespaldas” y compañero de negocios los fines de semana. Esos fines de semana son para Manuel y para Mario de mucha felicidad, porque pueden salir, ver espacios verdes, ver otros niños, mientras en su casa su madre se queda con su hermanita menor, de 6 años.
Por qué los Ministerios de Educación no piensan en los miles de niños como Manuel, o de los adolescentes como Carlos (quince años cursando octavo año en la misma barrida de tugurio) o como los miles de niños y adolescentes de las zonas pobres de las costas?. Por qué no desarrollar Programas de escuelas de verano, campamentos de verano utilizando las mismas instalaciones escolares, poniendo decenas de tiendas de Campaña, desarrollando actividades culturales, deportivas, de interacción social, de buena alimentación, de lectura recreativa, de acciones constructivas que hagan que las vacaciones para esos niños y adolescentes pobres sean realmente espacios para crecer y ser, de una manera diferente y no sean espacios de frustración, miedo y carencias como la de Manuel, antes ligeramente citada?
Debemos pensar en Programas más Allá del Aula, ser creativos, responder al entorno y a la realidad, no sólo responder a las demandas Gremiales y a los convencionales Calendarios Escolares y Evaluaciones retrógradas que desde hace 25 años repiten exactamente lo mismo: curvas para disimular el fracaso… del sistema caduco, no tanto de los estudiantes y profesores.
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